Desahogo

"Cuando llegué a Quibdó, me di cuenta de lo que había perdido", recuerda Carlos, quien ahora tiene 32 años, y añade que en la ciudad ya no tenía la libertad ni la conexión íntima con la naturaleza que habían sido los pilares de su vida en el pueblo. También se atrasó en los estudios. La familia había huido sin documentos y tardaron dos años en inscribir a los niños en la escuela".
Carlos Córdoba

"No me dolían los golpes. Me dolía pensar por qué me golpeaban a mí. Me dolía saber que me odiaban y aún me sigue doliendo haber recibido tanto. Hasta que me dijeron que lo hacían porque mi hermano se les había escapado. Me dolía ver a la vieja llorar más por haber escuchado eso. Quería gritarle que estaba bien, aunque estaba a punto de colapsar. Este saco de arena ya estaba roto de nuevo, el balón con el que jugaban esos hombres ya había quedado sin aire. Quise detener el mundo, tomarla de la mano y salir corriendo, pero nunca soy capaz de actuar o decir palabras elocuentes y decentes".
Anónimo

"Hola. Mi nombre es David Cortés, tengo 27 años de edad y soy de Tumaco, Nariño. Llegué a Bogotá cuando tenía 17 años por temas de seguridad. Mi mamá me envío a esta ciudad porque mi vida estaba en riesgo luego de que, por accidente, fuera testigo de la muerte de un narcotraficante. Todo el barrio estaba lleno de narcos".
David Cortés
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